Hoy reflexionaremos la otra cara de la moneda frente al misterio de la Encarnación: la actitud del rey Herodes y de los sacerdotes. Ellos, siendo los líderes religiosos de Israel, deberían estar preparados para reconocer los signos de Dios hecho hombre, pero ni siquiera se hubiesen enterado, de no ser por los sabios de Oriente. Más aún, paralizados del miedo, no se mueven, sino que esperan que otros descubran dónde había nacido el Salvador y quién era, para luego tomar una decisión… no adorarlo, sino matarlo.