Hemos llegado al final de nuestra novena de Navidad. Han sido días de reflexión, pensando en el espíritu sinodal que debe nacer y crecer en nuestras comunidades eclesiales. El niño Jesús es el corazón de nuestro pesebre y de nuestras reflexiones. Hoy comienza a palpitar con más fuerza nuestra esperanza, porque está naciendo el Sí amoroso de Dios Padre que quiere seguir en un pacto de amor con todos nosotros. Hoy Dios se hace presente en la fragilidad de un niño que quiere ser recibido por nosotros, con brazos abiertos y corazón alegre. En la fragilidad se esconde el poder de Dios que todo lo crea y transforma. Parece imposible, pero es así: en Jesús, Dios se hace niño, y en esa condición quiere revelarnos la grandeza de su amor.